La enfermedad como mensaje

Sé que hay cosas que, sobre todo al principio, chocan un montón. Hemos crecido en una sociedad y en un momento cultural que han tenido, y tienen, sus propias características y que junto a nuestra educación y nuestra experiencia hemos tomado y somos, parte de ello. Por eso cuando te dicen por primera vez que tú puedes curarte lo primero que piensas es algo así como ¿Te crees que quiero estar enfermo? ¿es que crees que estoy así porque quiero?

Conozco esas preguntas y por eso voy a intentar contártelo de otra forma, con la forma en que yo lo vi. Quizá pueda ayudarte, quizá resuene algo dentro de ti. También os pido que intentéis dejar a un lado lo aprendido hasta ahora porque quizá limita en alguna manera. Basta con imaginarnos a principios del siglo XVIII, la gente moría por enfermedades que ahora mismo nos resultarían extrañas, y nosotros tenemos enfermedades que a ellos les sorprenderían. Y qué decir de los avances médicos, ahora escuchamos que tienen cura enfermedades que antes eran incurables… por todo ello os pido que intentéis olvidar cuánto habéis aprendido, al menos de forma intelectual.

Nosotros somos un todo, no estamos divididos en partes, así que es difícil tratar sólo una de las partes que nos forman y esperar sanar nuestra totalidad. Es como pintar la mancha de agua sin arreglar la gotera.

Aunque parece un típico tópico somos un conjunto compuesto de cuerpo, alma y mente, solo que a veces hablan por separado. Y no podemos olvidar que somos energía, cuerpos creados por átomos que vibran con el resto de átomos que tenemos a nuestro alrededor. Todo esta relacionado e interconectado.

En la mayoría de los casos cuando caemos enfermos, esa enfermedad, esa dolencia, es un mensaje de una parte de nosotros que nos está avisando y reclama nuestra atención. ¿Y qué hace? Pues enferma a otra parte, que suele ser la física, para que le escuchemos. Si lo piensas bien ¿cómo puede hacerlo si no? Normalmente no hacemos mucho caso hasta que la vida nos frena. Y no siempre lo hace de una manera “amable”.

Cuando digo que podemos sanarnos es porque realmente podemos. Y no con ello quiero decir que no estés haciendo nada para sanar, ni mucho menos, soy consciente de que lo estás intentando todo. Pero me gustaría que intentaras una cosa más: pregúntate a ti, cada noche, qué te pasa. Quizá la respuesta no te guste, pero tiene muchas posibilidades de ser la que realmente necesites. Sólo tenemos que volver a escucharnos, a conectarnos con la esencia de nuestra vida, la que tiene las respuestas y averiguar qué estamos tratando de decirnos.

Hoy en día tenemos suerte porque hemos podido comprobar que ciertas enfermedades tienen siempre las mismas causas emocionales o traumáticas. Si tienes una causa probable y la eliminas, tienes un buen porcentaje de que algo en tu enfermedad cambie. Asimismo está demostrado que el ánimo y las emociones influyen notablemente en el estado de la enfermedad y de la persona.  No, ni mucho menos digo que la enfermedad sea de tu mente, he oído mucho esto a enfermos de fibromialgia y sé lo que duele. Lo que digo es que nuestras emociones se ven reflejadas en nosotros y las emociones están simbolizadas por el agua, la sangre, los fluidos. Nosotros estamos formados por un 60-70% de agua así que imagina cuánta influencia tienen esas emociones en tu cuerpo.

Entonces ¿cómo cambiarlo?

Lo ideal sería estar abiertos a cualquier cambio que necesitáramos realizar para nuestra mejora pero claro, da vértigo y asusta. Sobre todo asusta soltar porque parece que vas a caer. A veces creemos que nada va a funcionar en casa si no lo hacemos nosotros, que tenemos que controlarlo todo o que el niño no va a salir adelante si no vivimos su vida.
Sin embargo el mundo sigue girando sin nosotros y no se puede controlar absolutamente nada y ¿sabes? eso es lo mejor de todo. Eso significa que podemos relajarnos por una vez e intentar centrarnos un poco más en nosotros, aceptando lo que somos y nuestras propias responsabilidades. Nosotros nacimos como parte de un conjunto y si nos aferramos al control, al sufrimiento, al sacrificio, estamos dejando de realizar nuestra labor y lo peor de todo es que no estamos ayudando a los que queremos porque no les dejamos realizar su propia labor.

Así que sí, da vértigo dejar libertad, reconocer cuándo hay que ser responsable sólo de uno mismo y ver con serenidad cómo quien quieres se choca contra la pared. Pero no olvides algo muy importante: si tú estás bien, el resto lo estará, porque siempre podrás curar las heridas del choque con amor y si te sientes fuerte podrás ayudar a los demás. Pero primero ayúdate tú, pregúntate qué te duele y tendrás una pista de lo que te ocurre. Suelta peso, la vida fluye, déjate llevar.

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